Talvez porque los duendes irguieron mi cabeza y las hadas encantaron mi mirada y las vi más hermosas que nunca, unas parecían pintadas, otras dibujadas por el mejor de los artistas.
Algunas, creo, estaban de visita por el suelo y se confundían con los cerros en el horizonte, otras se mantenían en la lejanía (que a veces parece tan cercana) del cielo, jugando con ellas mismas y combinándose con los colores del cielo me obsequiaban las más extrañas e increíbles figuras.
Así entre esas alucinaciones reales fue como sin darme cuenta me hice amiga de las nubes.
Mileva
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